El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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sábado, 13 de octubre de 2007

Anoche

¡Oh mujer peligrosa, oh seductores climas!
¿Acabaré adorando vuestras nieves y escarchas,
Y, al cabo, arrancaré del implacable invierno
Placeres más agudos que el hielo y que la espada?

Aquella mañana fría de febrero acudí como cada martes a la facultad a una hora muy temprana. Aún no había amanecido cuando la clase se llenaba, el penúltimo en llegar era siempre el profesor. Recuerdo que aquel día Antoni entró en clase aún más tarde de lo habitual, llevaba bajo el brazo un ejemplar de El País y en la boca su chiste habitual sobre los Ferrocarriles Catalanes y los maravillosos e imprevisibles viajes que cada día tenía que realizar desde Girona. Comenzó la lección como de costumbre, seguíamos los textos de trabajo que él leía en voz alta deteniéndose para dar explicaciones sobre algún párrafo, recuerdo que aquel día hablamos del café como espacio literario, de como hay que sentarse en ellos, siempre mirando hacia la puerta y el escaparate para no perder nunca la conciencia de estar en un espacio separado del mundo desde el que podemos observar la ciudad. En un momento dado se refirió al editorial de El País de ese día, abrió el periódico y comenzó a leer agazapado tras él, la prosa era rica y ambiciosa, el amor se entremezclaba con la ciudad, la voz me resultaba conocida pero no conseguía localizarla, tal vez el articulista parafraseaba un texto clásico, de cualquier modo era un texto fantástico y me arrepentí de haber dejado de molestarme en leer periódicos. Justo cuando el tono de voz de Antoni premonizaba que iba a pronunciar la última frase de aquel texto descubrí que sabía cual sería antes de oírla, me asuste. En ese momento Ella entró en la clase, tarde y silenciosa como siempre, me sonrío tímidamente antes de sentarse a mi lado. No llegué a oír la frase en cuestión, cuando recuperé su voz Antoni elogiaba el editorial, Ella ladeó la cabeza para apoyarla en mi hombro y mi corazón comenzó a temblar. Entonces Antoni dijo: "Supongo que este texto os habrá traido un aroma conocido, si le pusieramos unas flores marchitas al lado no desentonarían" No conseguía dejar de mirarla, sus ojos ardían, recuerdo pensar en aquel momento "no mires directamente a la belleza de los dioses o te quemarás" aunque tal vez no sucedió. Poniéndose en pie detrás de su mesa Antoni giró el ejemplar del periódico de manera que el interior del mismo quedara a la vista de la clase, la página ocultaba un folio escrito a maquina cubriendo el editorial. Baudelaire, dijeron varios alumnos al unísono. En ese momento Ella posaba su mano sobre la mía, sentí un frío intenso recorriéndome el brazo, el poema de Baudelaire nos observaba, de pronto sentí una picadura cerca de donde ella había apoyado su mano y al mirar hacia allí vi un pequeño insecto que trataba de huir del lugar del crimen. Aparté mi brazo del suyo y miré hacia la tribuna donde el profesor sostenía aún el poema en alto. Recuerdo pensar "extraño triángulo," aunque en realidad quizás no llegue a pensarlo, "Lo interesante," dijo Antoni "es que este texto tan antiguo nos hable con tal actualidad de hechos que han sucedido ayer." Después cerró el periódico y continuó con la lección. A mi lado Ella se rascaba distraidamente el pelo sin dejar de sonreír. Su rostro era más hermoso que nunca. Recuerdo pensar "¿Dónde estuviste anoche? " pero no recuerdo habérselo preguntado.

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