El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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viernes, 26 de octubre de 2007

La playa (I)

para Olalla

Por lo menos podía haber apagado la música al levantarse. Repasemos, son las cuatro de la mañana, estoy en la cama de una chica que acabo de conocer en un bar. Es pintora, o eso creo, porque la habitación está repleta de caballetes y lienzos apilados contra las paredes. Tiene un gusto musical horrible eso seguro, desde algún rincón lleva media hora sonando a todo volumen un tío que no deja de hacer gallos y repetir ...you´re beautiful, you´re beautiful, it´s true... da escalofríos.

- Estoy sangrando, - me ha dicho, - debe ser la regla, espera un momento.
Después se ha ido al baño. La habitación es muy amplia, los techos son altos, el único cuadro colgado en la pared está sobre la cabecera de la cama, un enorme paisaje de invierno en una playa, con enrevesadas olas grises y nieve esparcida por la arena. Al contemplarlo siento que debería levantarme e irme pero estoy demasiado cansado. La canción vuelve a empezar; I saw you´re face, in a crowded place... ¡Genial! ha debido ponerla en modo repítete hasta la eternidad, menuda psicópata. Empiezo a estar seguro de que no ha sido buena idea venir a casa con ella ¿Cómo ha pasado? ¡Ah, si! N. y yo fuimos a ese bar de luces naranjas y acento argentino, así fue como la encontré. Se sentó junto a nosotros en la barra, tenía la mirada triste. Quería hablar con ella pero no sabía muy bien cómo.
- Perdona, ¿eres argentina? - original primer error.
- No, peruana. - Había contestado ella regalándome una estupenda mirada de indignación.
Volví a mi sitio junto a N. y nos dedicamos a beber más de la cuenta. El bar fue quedando vacío, N. se marchó pronto porque se aburría. Yo pedí dos penúltimas copas y a la tercera fue Ella la que apareció de pronto a mi lado.
- ¿Qué haces? - preguntó.
Me quedé un buen rato dudando de la respuesta, miré la copa unas cuantas veces, las botellas en el fondo de la barra, mi cara en el espejo de una de las columnas del bar.
- No lo sé, - contesté al fin, pero la verdad es que no había entendido muy bien la pregunta.
Ella sonrió.
- Bueno, ¿te quedas aquí o te vienes a casa conmigo?
Esta chica hace unas preguntas un tanto entupidas, pensé. Ahora está de pie en la puerta de la habitación. Me mira con curiosidad ...you´re beautiful, you´re beautiful, it´s true... Me gustan sus pecas pero me gusta más que no haya vuelto con un cuchillo en la mano, o al menos eso parece desde donde estoy tumbado.
- No soy yo, eres tú, - me dice sin más. ¿De qué está hablando?
- ¿No te duele nada? - Otra pregunta estúpida, o quizás ¿lo dice en serio?
- No. - Contesto, - estoy bien.
- Mírate anda, - insiste Ella.
Hago lo que me dice. Genial... tengo las dos piernas bañadas en sangre, las sábanas están empapadas pero es como si no fuera mi sangre, no noto ningún dolor.
- ¿Seguro que estás bien?
- Si, si, deja de preguntar, - me está poniendo nervioso.
- Ven,- ofrece su mano - vamos a limpiarte.
Voy observándome en el espejo del lavabo mientras ella quita la sangre de mi piel con una esponja. Es denigrante. Por lo menos podía haber apagado la música. Al contemplar mi reflejo tengo la sensación de estar viendo una película, no acabo de creer lo que está pasando, de tanto en tanto la chica interrumpe en la escena del espejo, limpia la esponja con agua, después se agacha y desaparece, si bajo la vista puedo verla a mis pies envuelta en una sábana, enjabonándome. Si no fuera por los dos litros de sangre que acabo de derramar por la entrepierna podría ser una escena muy agradable ...it´s true... Acabo de decidir que voy a tirar el aparato de música por la ventana cuando ella me pone la esponja en la mano.
- Ya está, termina de lavarte y ven a la cama. Mañana te despertaré pronto para que vayas al hospital. Aunque tal vez debas ir ahora.
- No, mejor mañana, - contesto.
Cinco minutos más tarde me cuelo con cuidado bajo las sábanas de su cama. Ella está en una de las esquinas, junto a la pared, me quedo en el extremo contrario sin acercarme, cierro los ojos. Trato de imaginar que estoy en cualquier otro lugar, al menos ahora ya no suena la música. Me duermo.
- Venga ¡arriba! tienes que irte. Tienes que ir al hospital.
Vaya forma de despertar. Me incorporo lentamente notando como el dolor de cabeza crece de golpe. La luz del sol inunda la habitación. De un salto Ella vuelve a la cama y se acurruca en su esquina. Me empuja con el pie.
- Vale, vale, - le increpo, - vaya modales que tienes para despertar a la gente.
- Así son las cosas, - responde Ella.
Se da la vuelta y me lanza una sonrisa burlona. Termino de vestirme. Miro el cuadro una vez más y descubro dos figuras abrazadas sobre la arena que no había adivinado antes. Están completamente vestidos salvo por los zapatos que yacen sobre la arena no muy lejos de ellos.
- Las cosas no son de ninguna manera, - le contesto. - Nosotros somos los que hacemos que sean de una u otra forma.
Sin esperar su replica salgo al pasillo con la sensación de haber recuperado un poquito de dignidad. Me siento bastante mareado, voy recordando la sangre mientras trato en vano de buscar algo de dolor en mi cuerpo pero sólo lo encuentro en la dichosa cabeza. Hay algo extraño en mitad del pasillo, me acerco. Genial... todo el suelo de la casa está inundado. Me quito los zapatos y camino de puntillas sobre el agua. Al asomarme por la puerta del baño descubro que he dejado el grifo abierto toda la noche. Estoy tan cerca del lavabo como de la puerta de salida, no sé que hacer e intercambio miradas entre ambos puntos. Al final me puede la culpa, entro en el baño de puntillas y cierro el grifo. Después vuelvo al pasillo y descalzo, con los zapatos en la mano, me dirijo hacia la puerta de salida. Estoy abriéndola cuando de reojo veo su silueta aparecer al fondo.
- ¡Espera! - me grita, - tienes razón déjame tu número de teléfono y... ¿¡qué coño ha pasado!?
Me quedo mirándola, perplejo. Me encojo de hombros y sin querer dejo caer los zapatos que al golpear al agua salpican el diminuto aparato de música que sobre un mueble se había salvado por pocos centímetros. del agua Tengo que reaccionar, di lo que sea.
- ¿Así son las cosas? - acierto a contestar.
Y sin pensármelo dos veces me escabullo por la puerta cerrándola tras de mi. En el rellano, por un instante, me siento fuerte, como si hubiera cumplido una antigua venganza, pero al mismo tiempo que me lanzo escaleras abajo miro hacia el suelo y compruebo que he olvidado un pequeño detalle.
- Genial... los zapatos.

5 comentarios:

gaspar hauser dijo...

genial

gaspar hauser dijo...

Rimbaud escribe en Obock: "una playa desierta, quemada, sin víveres, sin comercio... colonizada por una decena de filibusteros"

Hace poco me explicaron las diferencias entre bucaneros, piratas, corsarios y filibusteros. Resumirlo sería largo, pero todos ellos forman parte de ese grupo de seres que habitan la arena de las playas cuando se pone el sol, fuera de nuestra ocupación de ese paisaje para el relax, el baño y el descanso.

Cuando nos vamos, ellos aparecen y todo se torna más bélico.

Fragmento de un microensayo de Susana Blas

Anónimo dijo...

Que bien contado tio, me he reido un buen rato, me encanta lo de "me gustan sus pecas, pero me gusta más que no haya vuelto con un cuchillo en la mano(...)"
Un abrazo, J.

Olalla dijo...

Gracias Pela. qué risa de noche, la verdad.

Anónimo dijo...

siguen dejándome perpleja tus relatos... pero me gustan

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