Sophie Calle
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La obra de Sophie Calle se desplaza entre la línea imaginaria que une París y Nueva York, triángulo mágico de dos puntas y lugar común para los artistas con voz de la segunda mitad del siglo XX. La obra conceptual de Calle puede, en cierta medida, resguardarse cómodamente bajo la etiqueta de auto referencial, en sus principales obras la artista parte de hechos cotidianos de su vida tratando de descontextualizarlos o de evidenciarlos alterando rol de sus protagonistas para reflexionar después sobre el resultado. Así por ejemplo en Los durmientes realiza una serie de grabaciones sobre extraños a los que invita a dormir en su cama o cual princesa de souvenir en el 2002 se instala en lo alto de la Torre Eiffel durante La noche de la luz de París donde una fila de personas le cuenta cuentos para que no se duerma.
El juego con la identidad y la presencia son otros de los aspectos que configuran su obra. En 1992 el escritor Paul Auster basó parte de uno de los personajes de su novela Leviatan - María Turner - en la vida, manías y rituales de Sophie Calle. En su libro el autor norteamericano agradece a su musa haberle permitido mezclar de manera tan clara realidad y ficción. Siete años más tarde la artista recoge el testigo en el catálogo de la exposición Double Game, obra en la que analiza la influencia que el personaje de María ha tenido en su vida, la influencia que ella ha tenido en María y al mismo tiempo propone a Auster que cree un nuevo personaje ficticio para ella que guíe su vida durante un año. Auster rehusará tal juego por parecerle demasiada responsabilidad transgredir las fronteras de la literatura, pero a cambio ofrece a Sophie una serie de instrucciones sobre como mejorar la vida en la ciudad de Nueva York. Sonreir a los desconocidos o crear una sensación de seguridad a los mendigos con los que habla son algunas de estas instrucciones. Calle las pondrá en práctica y concluye su experiencia con el firme propósito de acondicionar de la manera más bonita posible una cabina telefónica de la ciudad. En Double Game es Sophie la que agradece a Paul permitirle mezclar ficción y realidad, autor y musa alternan sus papeles.
Para el espectador esta partida de ping-pong se sutenta por un lado en la concepción de realidad y ficción como dos ámbitos separados, incluso puede decirse que enfrentados. La ficción se entiende como un todo aislado y no como una parte de la realidad. Pero cabría preguntarse que papel tiene la obra de Calle en su propia vida. Cuando simula ficcionalizar su realidad, por ejemplo siguiendo a un desconocido hasta Venecia, no altera la vida de ese hombre, no interfiere, simplemente interpone su vida entre la vida del desconocido y nosotros, de tal forma que no queda muy claro si la obra es la acción de espionaje o el hecho de que ella espíe, el presunto azar de la situación se somete a los parámetros narrativos de la obra de Calle. El material narrativo que Auster maneja en sus novelas funciona de manera muy similar. La sincronía se convierte en uno de los destellos del azar, el juego cobra un papel protagonista, la simulación y el disimulo son básicos tanto para el escritor como en el lector. Existen textos dentro del texto que interfieren en la vida de los personajes de la misma forma que el libro que leemos interfiere en la nuestra, la regla básica es el juego realidad-ficción. Lo esencial en la obra de ambos artistas es que la ficción creada influya en la realidad alterando las reglas del juego.
Cualquier juego es algo muy serio en cuanto que los jugadores aceptan sus reglas y se rigen por ellas, en el juego interviene el azar pero contra este azar los participantes responden siempre dentro de las reglas. Si rompemos las reglas el juego cambia, ya no estamos jugando a lo mismo, de la misma manera que si dos jugadores manejan reglas distintas nunca podrán entenderse. La obra de Sophie Calle es un juego consciente de ajedrez con las reglas del parchís. Tal vez Auster al escribir Leviatan percibió en Sophie un Quijote aburrido de nuestro metódico tiempo occidental, un Alonso Quijano consciente y lúcido. Siguiendo este simil en Double Game la musa recuerda a Sancho, a los pies de la cama del moribundo hidalgo, reconociendo la necesidad de los que tienen los pies en la tierra de desfacer entuertos. La literatura de Auster hoy por hoy se diluye en el ritmo de la producción editorial. Los simulacros de Calle han viajado desde una habitación en Nueva York hasta lo alto de la aguja de los sueños americanos. El espectáculo una vez más absorbe a quien conscientemente o no evidencia sus normas, la creación de situaciones banalizada es una de sus armas de defensa más desarrollada. Podemos encontrar interesante el productivo encuentro de la obra de estos dos artistas, quizás inevitable, dependerá por supuesto de nuestra intención de aproximación o tal vez como decía Borges, el mayor maestro desde Cervantes del juego entre ficción y realidad, nos haga pensar que todo encuentro casual, en realidad es una cita.
El juego con la identidad y la presencia son otros de los aspectos que configuran su obra. En 1992 el escritor Paul Auster basó parte de uno de los personajes de su novela Leviatan - María Turner - en la vida, manías y rituales de Sophie Calle. En su libro el autor norteamericano agradece a su musa haberle permitido mezclar de manera tan clara realidad y ficción. Siete años más tarde la artista recoge el testigo en el catálogo de la exposición Double Game, obra en la que analiza la influencia que el personaje de María ha tenido en su vida, la influencia que ella ha tenido en María y al mismo tiempo propone a Auster que cree un nuevo personaje ficticio para ella que guíe su vida durante un año. Auster rehusará tal juego por parecerle demasiada responsabilidad transgredir las fronteras de la literatura, pero a cambio ofrece a Sophie una serie de instrucciones sobre como mejorar la vida en la ciudad de Nueva York. Sonreir a los desconocidos o crear una sensación de seguridad a los mendigos con los que habla son algunas de estas instrucciones. Calle las pondrá en práctica y concluye su experiencia con el firme propósito de acondicionar de la manera más bonita posible una cabina telefónica de la ciudad. En Double Game es Sophie la que agradece a Paul permitirle mezclar ficción y realidad, autor y musa alternan sus papeles.
Para el espectador esta partida de ping-pong se sutenta por un lado en la concepción de realidad y ficción como dos ámbitos separados, incluso puede decirse que enfrentados. La ficción se entiende como un todo aislado y no como una parte de la realidad. Pero cabría preguntarse que papel tiene la obra de Calle en su propia vida. Cuando simula ficcionalizar su realidad, por ejemplo siguiendo a un desconocido hasta Venecia, no altera la vida de ese hombre, no interfiere, simplemente interpone su vida entre la vida del desconocido y nosotros, de tal forma que no queda muy claro si la obra es la acción de espionaje o el hecho de que ella espíe, el presunto azar de la situación se somete a los parámetros narrativos de la obra de Calle. El material narrativo que Auster maneja en sus novelas funciona de manera muy similar. La sincronía se convierte en uno de los destellos del azar, el juego cobra un papel protagonista, la simulación y el disimulo son básicos tanto para el escritor como en el lector. Existen textos dentro del texto que interfieren en la vida de los personajes de la misma forma que el libro que leemos interfiere en la nuestra, la regla básica es el juego realidad-ficción. Lo esencial en la obra de ambos artistas es que la ficción creada influya en la realidad alterando las reglas del juego.
Lo que trato de hacer en todos mis libros es dejar espacio suficiente en la prosa para que el lector pueda habitarla, porque creo que finalmente es el lector y no el escritor el que escribe el libro. En mi propio caso como lector (y de verdad que he leído más libros de los que he escrito), me he dado cuenta de que invariablemente me apropio escenas y situaciones de un libro y las incluyo en mis propias experiencias.
Todos los hombres del rey. Documental sobre el relato de Paul Auster.
Ricardo Silva Romero, 1998.
Ricardo Silva Romero, 1998.
Cualquier juego es algo muy serio en cuanto que los jugadores aceptan sus reglas y se rigen por ellas, en el juego interviene el azar pero contra este azar los participantes responden siempre dentro de las reglas. Si rompemos las reglas el juego cambia, ya no estamos jugando a lo mismo, de la misma manera que si dos jugadores manejan reglas distintas nunca podrán entenderse. La obra de Sophie Calle es un juego consciente de ajedrez con las reglas del parchís. Tal vez Auster al escribir Leviatan percibió en Sophie un Quijote aburrido de nuestro metódico tiempo occidental, un Alonso Quijano consciente y lúcido. Siguiendo este simil en Double Game la musa recuerda a Sancho, a los pies de la cama del moribundo hidalgo, reconociendo la necesidad de los que tienen los pies en la tierra de desfacer entuertos. La literatura de Auster hoy por hoy se diluye en el ritmo de la producción editorial. Los simulacros de Calle han viajado desde una habitación en Nueva York hasta lo alto de la aguja de los sueños americanos. El espectáculo una vez más absorbe a quien conscientemente o no evidencia sus normas, la creación de situaciones banalizada es una de sus armas de defensa más desarrollada. Podemos encontrar interesante el productivo encuentro de la obra de estos dos artistas, quizás inevitable, dependerá por supuesto de nuestra intención de aproximación o tal vez como decía Borges, el mayor maestro desde Cervantes del juego entre ficción y realidad, nos haga pensar que todo encuentro casual, en realidad es una cita.
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