El cementerio de las buenas intenciones.
http://elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com

Autor: Pelayo Méndez.
mf.pelayo@gmail.com

Texto publicado bajo licencia Creative Commons No comercial-Sin obras derivadas 2.5
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/



viernes, 9 de noviembre de 2007

Favores

- Les he hablado de ti. Igual consigues algo de trabajo, pasa por allí, habla con ellos y me dices algo. ¿Vale?
Miro la tarjeta de visita con desconfianza. ¿Qué le pasa a G.? Normalmente nunca ofrece un favor si no va a obtener nada a cambio. Acierto a simular un gracias justo antes de que un taxi asome por la avenida y tenga la excusa perfecta para escaparme. En el asiento de atrás del coche sigo dándole vueltas a las palabras de G. Resulta extraño verle preocupado porque no tenga trabajo. Algo trama.
- Todo el mundo quiere escribir en esa revista, - ha sentenciado.
Me he quedado con la duda de preguntarle porqué entonces él no escribe en ella. Dudo si hacerle caso pero en realidad tampoco tengo prisa, por no decir nada que hacer, podría intentarlo. Le digo al taxista que cambiamos de destino y le paso la dirección que está impresa en la tarjeta. No queda muy lejos, me informa. Al cabo de unos minutos nos detenemos frente a un edificio antiguo del centro de la ciudad, sobre la fachada carcomida por la humedad aún se adivinan los restos de relieves que, alternando entre las ventanas , parecen representar angelitos y hojas de parra. Precioso. El portal es oscuro y húmedo, tomo el ascensor y al llegar al último piso, donde están las oficinas de la revista, me pregunto cómo este viejo trasto destartalado aún es capaz de escalar seis pisos. Lo único seguro en este momento es que pienso bajar por las escaleras cuando me vaya. Ya es algo. Al final del pasillo encuentro la puerta, llamo al timbre y espero, dentro se escucha una música que bruscamente baja de volumen. Pasos y al instante me encuentro frente a una chica que no debe tener mucho más de veinte años, morena, con el pelo liso y un prominente flequillo. La miro de arriba abajo y empiezo en comprender porque G. tiene tanto interés en hacerle un favor, a la revista me refiero.
- Hola, vengo de parte de G. me ha dicho que necesitabais un redactor para un encargo urgente. Os había enviado mi currículum creo.
- Creo que si, pasa. – tiene una voz dulce. Nos damos la mano. – ¿Tu nombre es?
Se lo digo. Asiente. Recuerda de haber leído mis datos.
- Bueno, ven, - añade - te enseñare esto. Yo soy T.
La redacción es una habitación muy grande, ventanas amplias con vistas a las azoteas cercanas y carteles de conciertos recubriendo las paredes. Sobre una mesa alargada en el centro de la habitación hay varios ordenadores encendidos.
- Ahora no queda nadie porque es la hora de comer, estamos de cierre, hay mucho trabajo. Bueno, esta es la redacción, como ves es muy undergroung, you know?
... Muy ¿qué? T. calla y me mira como si debiera añadir algo. En fin de ilusiones también se vive. Sonrío lo más estúpidamente que puedo. ¿Dónde me he metido? Sin más preámbulo nos dirigimos hacia la habitación contigua, rodeando los estupendos Mchintosh underground de diseño. La otra sala es igual de grande que la anterior pero está más desangelada, sólo hay una mesa de despacho y varios archivadores en ella.
- Y esta es la zona administrativa, bueno, y eso es todo. Thatś it.
Lo ha vuelto a hacer.
- No, no, si entiendo el castellano, - bromeo.
T. pone una cara un poco seria. Parece que no le ha gustado el comentario pero enseguida se recompone y con una amplia sonrisa me invita a sentarme. Es una profesional. Me cae bien.
- Lo que necesitamos, - comienza sin más preámbulo, - son artículos sobre arte que no hayan aparecido en ningún medio, esto son tendencias, you know?
Me está poniendo nervioso. Si, si, I know pero deja de hacer eso.
- Tú nos envías propuestas y si las aceptamos te encargamos el artículo. Pero es mejor que esperes a que vuelva el responsable de la sección él te comentará mejor los detalles. Eso sí, el único requisito es que visualmente han de ser potentes. No importa el artist value.
En fin, se acabo. Sonrío asintiendo con la cabeza y le tiendo la mano mientras hago el gesto de levantarme.
- La verdad es que no puedo esperar, - me excuso.
- Bueno tenemos tu mail, léete la revista y cualquier duda puedes escribirnos. Por cierto tu estudiabas algo de letras ¿no?
Yes, pienso.
- Si. Algo de eso.
- Vaya, mi tío es académico de la lengua, - T. calla orgullosa.
Estoy descolocado. No sé muy bien a que ha venido ese comentario pero supongo que espera que diga algo.
- Vaya, pues debe estar orgulloso de ti.
Me mira sin comprender unos segundos, frunce el ceño. Vale, se me ha escapado. Ten minutes later estoy en la calle. Desde la acera de enfrente miro los buildings de la city que acompañan al viejo edificio que acabo de abandonar, se ve aún más extraño en sus formas enmarcado entre tanta arquitectura moderna, da la sensación de alguien lo hubiera abandonado allí. Parece cansado, supongo que el si que no tardará mucho en estar underground. De pronto suena mi teléfono móvil. Es G.
- ¿Qué tal ha ido?
- Bien, - contesto.
- ¿Vas a hacer algo con ellos?
- No sé, le respondo, me parece que no he causado demasiada buena impresión, you know?
- G. ríe al otro lado de la línea, ¿has hablado con T. no? - silencio. - ¿No me habrás dejado mal?
... Thatś it.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno y que pegado al suelo, bueno, al floor, quiero decir. J

:: PALABRAS RECIENTES.