Animales de compañía
Encontré a G. el domingo. Paseábamos los dos por el centro de la ciudad y nos tropezamos. Es lo que hacen los solteros los domingos - me explica G. - pasear solos, estamos acostumbrados. Le doy la razón y la invito a buscar un sitio para tomar un café, no hay que discutir nunca con una alemana convencida. Es un día difícil para encontrar un lugar agradable. Me cuenta que el miércoles se va a Berlín. No son vacaciones, vuelve definitivamente a vivir allí. Mientras paseamos encontramos una cafetería aceptable y nos sentamos en una de las mesas. Pedimos café. Ya ha hecho todos los preparativos. Precisión germana. Sólo le faltaba buscar a alguien que se quedará con su gato y esta mañana lo ha encontrado. Me pregunta si tengo gato. No. Luego habla de como tardó tiempo en decidir la mejor manera de hacerlo. Al final optó por poner un anuncio en algunos bares cerca de su casa. La verdad es que ella y el gato no se llevan muy bien, me explica, pero es muy bonito y hace compañía. Lo extraño es cómo fue la adopción, añade G. Me intereso. Al parecer hace un par de años compartía piso con otra chica y entre las dos compraron el gato, por aquel entonces salía con un chico portugués. No era nada serio, el caso es que un día el chico se "equivocó" de habitación y a partir de entonces durmió con su compañera de piso. Cosas que pasan, dice G. muy tranquila. ¿Y después? - pregunto. Nada, después se fue del piso y se llevó al gato con ella. Era lo menos que podía hacer, comenta. El camarero se acerca con la bandeja y sirve los cafés. G. enciende un cigarrillo y me ofrece otro. No, gracias, hoy no, cosas del domingo. Sonrío. G. resopla y añade: sí, es muy extraño como van las cosas a veces. No acabo de comprender la historia ¿Por qué es curioso? - pregunto. ¡Ah! no te he acabado de contar claro, dice G. La persona que ha venido a buscar el gato es la chica con la que viví. Al principio me pareció reconocer su voz cuando me llamó por el anuncio pero pensé que eran imaginaciones mías. Estaba un poco avergonzada cuando me vio, añade, pero luego todo ha ido bien. ¿Y el portugués? G. sonríe. La abandono hace un par de meses. Guardamos silencio. Supongo que por eso necesitaba de nuevo el gato, le digo. G. no responde. Se pone seria. De todas formas no me caía bien, añade pensativa. No sé que decir. Me quedo con la duda de preguntar quién de los tres.
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