El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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miércoles, 23 de enero de 2008

Entrevistas

Para Patricia

El tipo parece simpático, todo lo simpático que puede parecer el encargado de una funeraria. Está sentado detrás de su mesa y en los cinco minutos que llevo en su despacho no ha levantado aún la vista del ordenador. Empiezo a sentirme nervioso e invisible. El cuadro de Caronte luchando contra las corriente que me observa desde una de las paredes de la oficina no ayuda mucho. Bueno, dice al fin ¿tu nombre era? Se lo digo, no creo que le importe mucho pero son de esas preguntas imposibles de no contestar ¿Te han hablado del trabajo, no? Afirmo sin mucho ímpetu. Tendrías que hacer entre diez y veinte entrevistas en un día, trabajando sólo los fines de semana ¿Eres antropólogo? Le explico que no pero que soy periodista y creo que podría hacerlo bien. Se queda en silencio y me observa de reojo sin apartar la vista del todo de la pantalla. Bueno, está bien, podíamos probar, la verdad es que este es un negocio muy nuevo, estamos tratando de encontrar el perfil de empleado. Somos una empresa con mucha tradición pero adaptada a los nuevos tiempos. Le comento que tengo experiencia en hablar con víctimas de sucesos por si puede ayudar. Es mentira pero ha colado, creo. Sonríe. De acuerdo, añade el simpático, la ficha que has de rellenar en cada caso es bastante fácil. Toma, dice entregándome un folio, este debería ser el resultado final, sólo tienes que pasarte el fin de semana de tanatorio en tanatorio hablando con los familiares. Recojo la hoja que me tiende. Es un texto breve de unas treinta líneas en el que se cuenta la vida de un tal Alejandro. Lo ojeo rápidamente. Al parecer fue marino mercante y natural de Zaragoza. Le gustaba la montaña y no dejaba de hablar nunca de un viaje que había hecho por Rumanía cuando era joven. Era socio del Real Madrid y amo mucho a su mujer y a sus tres hijos. Los últimos años de su vida los consagró a la carpintería. No se perdía ni una fiesta del Pilar. El texto está decorado con un marco hortera de angelitos y hojas de parra. No dejo de preguntarme que hubiera pensado Alejandro de esto. Levanto la vista del papel y le digo que puedo hacerlo, que me gustaría hacer el mayor número de entrevistas posibles porque necesito el dinero. Ahora tengo su atención. No, no me han explicado cuanto pagan. Verás, dice el simpático funerario, por el primer muerto del día pagamos diez euros, por el segundo ocho y a partir del tercero cinco. Lo pienso un momento. No acabo de entenderlo bien ¿Por qué va bajando? Bueno, responde, es normal, el primero siempre cuesta más hacerlo, además tienes que madrugar, el segundo siempre es más fácil y a partir del tercero ya te habrás hecho con el truco así que te costará menos. No sé porque pregunto tonterías la verdad. Sí que son una empresa adaptada a los nuevos tiempos, le comento, supongo que ustedes también cobra menos cada vez ¿Cómo? se ha puesto serio. Quiero decir que si usted lleva diez años enterrando muertos cada vez le resultará más fácil. Con un gesto brusco el simpático enterrador me arranca a Alejandro de las manos y vuelve a su ordenador. Me parece que me he quedado sin trabajo. Miro el cuadro de Caronte y me despido de él en silencio antes de salir del despacho. Por fin comprendo esos ropajes harapientos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ojo con la ortografía

P. dijo...

las prisas, las prisas, las prisas :)

Acepto todo tipo de correcciones en mi e-mail.

pat. dijo...

de este tipo de trbjitos pueden salir un montón de historias....
;)

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