Serpientes

Estoy sentado en un banco del parque. A mi lado una pareja de adolescentes se ha sentado a fumar un porro mientras juegan a un videojuego en su móvil. La chica le explica al chico en que consiste. Es un juego un poco antiguo, dice, pero es muy divertido. Ves, esto es una serpiente y tienes que ir comiendo las manzanas que van apareciéndo en la pantalla. El chico no parece muy pendiente del juego y mientras ella habla no deja de mirarla. Cuantas más manzanas comas, continúa la chica, la serpiente se hace más grande y es más difícil moverse por la pantalla, tiene que ir esquivando su propio cuerpo porque si choca contra él se termina la partida. El chico da un par de caladas y le pasa el porro a la chica que lo coge sin dejar de mirar su partida. De golpe ella se agita. Mierda, he perdido, dice. Le ofrece el teléfono al chico y este lo coge por uno de sus extremos. Ella no lo suelta. ¿Quierés probar? pregunta ella. El chico asiente en silencio y devolviéndole una sonrisa comienza a jugar. En ese momento aparece una mano sobre su hombro. Los tres nos volvemos para descubrir a un guardia con cara de preocupado. La chica tira el canuto al suelo disimuladamente. El guardía duda un momento y agita la cabeza en señal de negación. Sin terciar palabra los dos se levantán de mala gana y se van. El guardia los sigué con la mirada un momento, me dirige un gesto de complicidad y después también se va. Contemplo alejarse a los adolescentes, la chica ha vuelto a coger el teléfono y sigue jugando, mientrás caminan el chico le pasa la mano por el hombró y ella apoya su cabeza en él. Después salén del parque y les pierdo de vista.