Hábitos
Desayuno con H. en una cafetería del centro. Hace sol y nos sentamos en la terraza a leer los suplementos culturales del fin de semana. Entre sorbo y sorbo de café H. sonríe y lee en voz alta algunos de los párrafos que va encontrando en los artículos. Así me entero de la vida sexual de un escritor judío muerto recientemente, del amor por los gatos de un autor decimonónico o de los hábitos de lectura de cierto editor que al parecer pasó más tiempo de su vida encerrado en su biblioteca que en ningún otro lugar. Que cosas. Pienso en dónde habré pasado yo más tiempo en mi vida. Después de darle vueltas creo que en el cuarto de baño.
En la mesa de al lado dos mujeres de mediana edad intercambian, entusiasmadas, opiniones sobre un programa de entrevistas que dieron ayer por la noche en Televisión. Comentan el divorcio de un torero o algo por el estilo. H. llama de nuevo mi atención y rescata del diario la tendencia a las crisis de ansiedad de una escritora inglesa de mitad del siglo pasado. Me muestra el retrato de la aludida. Tal vez sea cierto. Su mirada es puro nervio. No he leído nada suyo. Le pregunto a H. que dicen de sus obras, un pequeño resumen del argumento y algunas pinceladas de su tremenda influencia en la contemporaneidad literaria. Nada. Así que termino con la mismo idea de sus textos que las dos señoras de verónicas y pases de pecho. Pregunto a H. que opina de la conversación de la mesa de al lado. H. escucha a las dos mujeres detenidamente. Después me mira como si hubiera dicho una tontería. Me da igual - responde. Y vuelve al diario muy animado para revelarme la afición a la mariguana de un escritor sudamericano. El camarero nos atiende por si queremos tomar alguna cosa más. Miro el reloj tratando de decidir si es demasiado temprano para empezar a beber. O demasiado tarde.
En la mesa de al lado dos mujeres de mediana edad intercambian, entusiasmadas, opiniones sobre un programa de entrevistas que dieron ayer por la noche en Televisión. Comentan el divorcio de un torero o algo por el estilo. H. llama de nuevo mi atención y rescata del diario la tendencia a las crisis de ansiedad de una escritora inglesa de mitad del siglo pasado. Me muestra el retrato de la aludida. Tal vez sea cierto. Su mirada es puro nervio. No he leído nada suyo. Le pregunto a H. que dicen de sus obras, un pequeño resumen del argumento y algunas pinceladas de su tremenda influencia en la contemporaneidad literaria. Nada. Así que termino con la mismo idea de sus textos que las dos señoras de verónicas y pases de pecho. Pregunto a H. que opina de la conversación de la mesa de al lado. H. escucha a las dos mujeres detenidamente. Después me mira como si hubiera dicho una tontería. Me da igual - responde. Y vuelve al diario muy animado para revelarme la afición a la mariguana de un escritor sudamericano. El camarero nos atiende por si queremos tomar alguna cosa más. Miro el reloj tratando de decidir si es demasiado temprano para empezar a beber. O demasiado tarde.
1 comentario:
de que manera deliciosa capturas esas pequeñas tragedias... personalmente me considero muy afortunado y plenamente agradecido por tu blog...
Saludos...
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