El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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martes, 30 de septiembre de 2008

Todo parte de la subjetividad

Hoy me quitaste el libro de las manos y te reías de mi lectura, con esas ganas tuyas de despreciar sólo por sentirte fuerte que me hacen sonreír. Subraye algunas frases mientras te esperaba. Siempre leo mientras te espero y algunas de las cosas que destaco son para tí aunque después nunca te las muestro. En su introducción al Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones Raoul Vaneigem advierte Nunca he pretendido revelar algo nuevo, lanzar cosas inéditas al mercado de la cultura. Una infima corrección de lo esencial tiene más importancia que cien innovaciones accesorias. Al leerlo me he acordado de cuando estudiando a Platón me maravillaba la capacidad de adaptación de la metáfora del mito de la caverna. Recuerdo haber escuchado alguna vez que la historia de la filosofía son sólo notas a pie de página de la obra de Platón. Pero no sé de donde viene eso, ni si está escrito en algún lugar de esa forma. Aunque guarda un sentido similar a la frase de Vaneigem. Hago trampas lo sé. Pero no trato de ser exacto contigo. Sólo sugerente. No trato de entregarte cosas inéditas, tan sólo infimas correcciones. Todo parte de la subjetividad y nada se detiene en ella. Hoy menos que nunca.

Conoces la alegoría de Platón por supuesto. La imágen de platón dibuja a unos hombres atrapados de cara a la pared, con un fuego a su espalda que proyecta sombras sobre la roca. Esos hombres atrapados no pueden mirar a su espalda y piensan que esas sombras que perciben sus sentidos son lo real. Pero si uno de ellos se liberase y saliera de la caverna a través de un pasillo accedería al mundo de las ideas. Claro que algo muy distinto sería volver y contarles a los otros que lo que están viendo no es lo real. A ver que le dicen. Hoy tal vez le preguntarían donde está el mando a distancia y él decidiría sentarse a su lado de nuevo y hacer que no ha visto nada. Pero Vaneigem sería de los que sería consecuente con lo que ha visto. Encuentro otra frase subrayada en el libro, un poco más adelante, se refiere al trabajo. Ante todo se trataba de no desparecer físicamente, sobrevivir. Los imperativos de la producctividad son imperativos de supervivivencia; ahora bien, en adelante la gente quiere vivir, no sólo sobrevivir. Aquí su necesidad de convencer, creo le obliga obviar la tercera opción. Podemos llamarla el sinvivir. Sería algo así como un hombre que después de salir de la caverna decide quedarse a vivir en medio del pasillo y hablar de vez en cuando con la gente que hace el recorrido en un sentido o en otro. Y mira hacia el interior de la caverna o hacia el exterior según el tiempo que haga.

Quizás es este hombre el que debiera enunciar otras frases subrayadas en otras páginas. No hay amor posible en un mundo desgraciado. La barca del amor se rompe contra la vida cotidiana o No es la inmensidad del deseo insatisfecho lo que desespera sino la pasión naciente comparada a su vacío. Que dicen más de lo que quería contarte en un principio que el resto de palabras que te escribo. Y en medio de este desorden que te envío sólo sé que encontrarás un mensaje que te gustará escuchar. Aunque ahora mismo yo no pueda verlo. Además esto es un juego y de todas formas El mejor orden de un libro es no tenerlo y que cada lector descubra el suyo.

2 comentarios:

A do outro lado da xanela dijo...

Hay quien en vez de frases, sólo subraya silencios.

Beso

Guillermo N. A. dijo...

Hay otro hombre, que "se sabe" incapaz de liberarse, pero que "vive" con la amarga sospecha de que "debe" haber algo más que esa "realidad" que finge mirar para no tener que dar explicaciones, pero que intenta "superar" (por supuesto que nunca lo conseguirá) mirando de reojo a los que la creen...

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