El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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miércoles, 22 de octubre de 2008

Freelance

Para Xavi.

El tipo que hace la entrevista un imbécil. Un diseñador entrado en años que bromea con las chicas de la oficina mientras vamos hacia su despacho. Nos sentamos y le enseño mis trabajos. Los ojea sin mucho interés.
- Te voy a pasar un proyecto - cocluye al fin. A ver qué tal lo haces y si lo aprobamos te pasaré más trabajos ¿ok?
Estupendo, trabajar gratis. No respondo. El sitio no me gusta demasiado pero llevo tres semanas de agencia en agencia. No conozco la ciudad y es la primera oportunidad que me ofrecen.
- Puedes empezar ahora mismo, - adelanta él - Si quieres lo haces en casa pero te puedo buscar un ordenador en la sala de trabajo.
Y allí estoy, diez minutos más tarde, sentado frente a un divertido proyecto para un banco alemán. Reviso el material un par de veces y me pongo a trabajar. Hay otras tres personas en la sala. Reina un ambiente tranquilo. Se trabaja en silencio. Las paredes son de color claro y unos amplios ventanales al fondo hacen que entre bastante luz en la habitación. No está mal. Me fijo en mis compañeros. En la mesa de trabajo frente a la mía hay un chico joven, alto y delgado, con el rostro muy pálido, va vestido completamente de negro. Me detengo un poco más en él y noto que sus gafas son algo extrañas, uno de los cristales está medio desprendido y cuelga de la montura. No parece importarle. De tanto en tanto se tapa ese ojo con una mano y se inclina para mirar la pantalla del ordenador desde distintos ángulos. En posturas cada vez más imposibles. No parece muy contento con lo que ve.
A mi izquierda, un chico moreno y bajito que va en silla de ruedas trabaja en un diseño. Hace rato que vengo notándole porque cada poco echa su silla para atras un par de metros y mira la pantalla desde lejos. Después vuelve a acercarse al ordenador, mueve alguno de los objetos que hay en la pantalla impereptiblemente y vuelve a alejarse. Lleva veinte minutos con la misma caja de texto para arriba y para abajo. me está poniendo nervioso. A mi derecha hay una chica. Es menos aparatosa que sus compañeros. Trabaja muy concentrada, inmóbil, como una estatua. Trato de volver al banco alemán, busco los colores más aburridos que se me ocurren para hacer una propuesta. De pronto el chico de las gafas rotas lanza un alarido y levantándose de su silla empieza dar saltos por la habitación gritando insultos destinados a algún ser invisible o a cualquier ordenador que se cruza en su camino. Me quedo alucinado mirándolo pero nadie más parece notarlo. El chico de mi izquierda vuelve a echar su silla para atrás un metro. Observo su pantalla, sigue igual, ha debido mover otro milimetro la caja de texto. A mi izquierda la chica tampoco parece haberse inmutado por el loco de las gafas de cíclope. Pero al fijarme en su rostro me doy cuenta de que está llorando. Una lagrima contenida resbala lentamente por su mejilla, de pronto rompe a llorar con más fuerza y empieza a golpear el ratón del ordenador contra la mesa. Se levanta y sale corriendo al pasillo. Desde allí llegan unos gritos en alemán que aunque no entiendo tienen pinta de no querer decir nada agradable. El chico de la caja de texto se me acerca. ¿Qué estas haciendo? - se interesa. Señalo el pasillo preguntando por la chica. No sé - me contesta sin darle importancia - pasa. ¿Es el proyecto del banco no? me han pedido que te ayude a retocar el diseño. Dios, no voy a terminar nunca. Desvío la mirada hacia el chico de las gafas de cíclope, da vueltas en redondo sobre su silla giratoria mirándo al techo.
- Bueno, contesto. Creo que prefiero trabajar desde casa, ya te lo enviaré.
Recojo mis cosas y salgo de la habitación. En el pasillo la chica gritona se ha calmado un poco, está de pie en una esquina con la cabeza apoyada contra la pared, dándose cabezazos. Al pasar a su lado me despido de ella pero no debe saber que estoy allí. Creo que llevo demasiado tiempo lejos de la profesión.

2 comentarios:

rocio dijo...

impresionante! tan real como la vida misma... el que te contó esto sabe narrar.. y tú, escuchar lo importante, eso está claro... ;)

Anónimo dijo...

la vida es como un cuento, sobretodo cuando la vives a través de los demás...

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