K.
K. ha cambiado de psicólogo. Es la segunda sesión. Me explica las conclusiones que ha sacado de la consulta. Al parecer su principal problema es que tiene un bloqueo.
- ¿ Un bloqueo ? - no entiendo.
- Sí, - explica K. - un bloqueo de escritor.
El cielo está gris, a punto de llover. Caminamos por una calle estrecha del centro de la ciudad esquivando turistas y vendedores ambulantes. Al cabo de un rato llegamos a una plaza rodeada por escalinatas. Comienzan a caer las primeras gotas. Miro a K. Tiene la mirada perdida en el pasado.
- K. - le digo - ¿Cómo puedes tener un bloqueo de escritor?
No contesta. Se encoge de hombros.
- Ya, suena un poco raro. Lo sé.
- K... en tu vida te has sentado a escribir dos líneas.
Se detiene. Me mira enfadado.
- Claro, entonces le das la razón, ese es mi problema - dice mientras levanta las manos hacia el cielo - un bloqueo de escritor.
La lluvia arrecia. Seguimos andando en silencio. La plaza vuelve a transformarse en una callejuela impracticable por el tráfico de paraguas. Propongo beber algo para escapar de la lluvia y nos deslizamos en el primer bar que aparece. Hay una mesa vacía al fondo del local. Nos sentamos y pedimos dos cervezas. K. está callado. Saco mi libreta del bolsillo y se la tiendo junto con un lápiz. No soy quién para contradecir a un médico aunque empiece a dudar de su existencia. K continua callado, sostiene el lápiz en alto y contempla el papel en blanco como si estuviera buscando algo en él. Pasan los minutos. De pronto K. firma el papel y deja el lápiz sobre la mesa. Después se reclina en la silla y da un trago largo a su cerveza mirándome con cara de satisfacción.
- Ves, - dice levantando el papel en blanco - te lo dije. Ni una sola palabra.
No sé que decir. Arranco la hoja en blanco de la libreta y se la tiendo a K.
- Deberías guardarlo, tal vez es lo mejor que vayas a escribir en tu vida.
K. rechaza la hoja sonriendo.
- Da igual, tira eso. - dice mientras se levanta para ir al baño.
Hago el gesto de arrojar el papel al suelo pero no lo tiro, vuelvo a mirar la firma nerviosa de K. en el papel, lo doblo cuidadosamente y lo guardo en mi bolsillo. Después de todo es una gran obra.
- ¿ Un bloqueo ? - no entiendo.
- Sí, - explica K. - un bloqueo de escritor.
El cielo está gris, a punto de llover. Caminamos por una calle estrecha del centro de la ciudad esquivando turistas y vendedores ambulantes. Al cabo de un rato llegamos a una plaza rodeada por escalinatas. Comienzan a caer las primeras gotas. Miro a K. Tiene la mirada perdida en el pasado.
- K. - le digo - ¿Cómo puedes tener un bloqueo de escritor?
No contesta. Se encoge de hombros.
- Ya, suena un poco raro. Lo sé.
- K... en tu vida te has sentado a escribir dos líneas.
Se detiene. Me mira enfadado.
- Claro, entonces le das la razón, ese es mi problema - dice mientras levanta las manos hacia el cielo - un bloqueo de escritor.
La lluvia arrecia. Seguimos andando en silencio. La plaza vuelve a transformarse en una callejuela impracticable por el tráfico de paraguas. Propongo beber algo para escapar de la lluvia y nos deslizamos en el primer bar que aparece. Hay una mesa vacía al fondo del local. Nos sentamos y pedimos dos cervezas. K. está callado. Saco mi libreta del bolsillo y se la tiendo junto con un lápiz. No soy quién para contradecir a un médico aunque empiece a dudar de su existencia. K continua callado, sostiene el lápiz en alto y contempla el papel en blanco como si estuviera buscando algo en él. Pasan los minutos. De pronto K. firma el papel y deja el lápiz sobre la mesa. Después se reclina en la silla y da un trago largo a su cerveza mirándome con cara de satisfacción.
- Ves, - dice levantando el papel en blanco - te lo dije. Ni una sola palabra.
No sé que decir. Arranco la hoja en blanco de la libreta y se la tiendo a K.
- Deberías guardarlo, tal vez es lo mejor que vayas a escribir en tu vida.
K. rechaza la hoja sonriendo.
- Da igual, tira eso. - dice mientras se levanta para ir al baño.
Hago el gesto de arrojar el papel al suelo pero no lo tiro, vuelvo a mirar la firma nerviosa de K. en el papel, lo doblo cuidadosamente y lo guardo en mi bolsillo. Después de todo es una gran obra.
2 comentarios:
Aveces no escribir nada, sea algo fantastico de un momento de... no decir nada...
Sorprendente, señor Max.
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