El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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viernes, 21 de agosto de 2009

Un buen día

Madrugada de oficina. Calor de agosto. Entro agotado en el vagón de metro y me dejo caer pesado en uno de sus asientos vacíos. Frente a mi una chica joven, un vestido suave, morena, con un flequillo muy corto y el pelo revuelto. Mantiene la mirada fija mi bolsa. Es una vieja mochila de cuero desgastado que a menudo llama la atención de los extraños. La chica mira la bolsa, yo la observo a ella. Tiene aspecto de no haber dormido en toda la noche y de regresar a estas horas a casa. Me gustan sus zapatos. Son escasos, unas princesitas redondeadas y recubiertas de purpurina. Los pies juegan a escaparse de su celda, están llenos de heridas. Los zapatos deben de ser nuevos y aunque están un poco sucios tal vez han sido estrenados esa misma noche. Me pierdo de inmediato en ellos, es normal, los zapatos de verano de una mujer están llenos de recuerdos. Y al subir de nuevo la vista un cruce incomodo de miradas hace que los dos nos apartemos la cara sonriendo. La vergüenza quiere entonces que las paradas sucedan lo mas pronto posible a medida que nuestros ojos van chocando y retrocediendo. Cuando aparece mi destino nos levantamos los dos al mismo tiempo. Ella se acerca a una de las puertas del vagón, yo me dirijo a la contraria. Ya en el andén, la encuentro detenida. Cuando paso a su lado, camino de la salida, algo golpea mi pie. Bajo la vista y encuentro uno de los zapatos color purpurina. La chica se acerca sonriendo y se disculpa. A mi espalda alguien con prisa me empuja para que no me detenga y sigo mi camino. Quiero volverme a mirarla pero la marea de gente no me lo permite. Y en un instante, que parece un sueño, la chica pasa corriendo a mi lado, descalza, con los zapatos sujetos en la mano a su espalda. Corre con pasos cortos entre la gente, sin mirar atrás. Espero mi turno en las escaleras mecánicas sin prisa, mientras la observo desaparecer, escaleras arriba, corriendo ligera hacia el sol de la ciudad. Y en medio de la rutina que me rodea, la vida promete comenzar de nuevo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

zapatos de un dia...
antiguos...nuevos...
poseen toda la informacio y la historia de es dia...quiza tambien de otro dias...
no puede dejarlos si no tuvo un dia malo....
yo...nunca abandono mis zapatos....

Anónimo dijo...

Al maestro también le pasó algo parecido... ;-)


"Mi regla de juego era maniáticamente simple, era bella, estúpida y tiránica, si me gustaba una mujer, si me gustaba una mujer sentada
frente a mí, si me gustaba una mujer sentada frente a mí junto a la ventanilla, si su reflejo en la ventanilla cruzaba la mirada con mi reflejo en la ventanilla, si mi sonrisa en el reflejo de la ventanilla turbaba o complacía o repelía al reflejo de la mujer en la ventanilla, si Margrit me veía sonreír y entonces Ana bajaba la cabeza y empezaba a examinar aplicadamente el cierre de su bolso rojo, entonces había juego."

Julio Cortázar
Manuscrito hallado en un bolsillo

:: PALABRAS RECIENTES.