El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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viernes, 4 de enero de 2008

Vencer por la mano

Para Mónica. Gracias.

La noche es perfecta para pasear, la llovizna de la tarde ha refrescado toda la ciudad. Nuestro hombre regresa a casa, cabizbajo y pensativo, ajeno a la suave brisa que acaricia el rostro de los noctámbulos. Calle abajo un coche negro persigue lentamente sus pasos, viene siguiéndole desde que abandonó el casino. Aunque hace rato que nuestro hombre se ha dado cuenta no opone resistencia, está acostumbrado a que le sigan, la falta de profesionalidad del conductor es lo único que le resulta molesto.
La mayoría de los casinos se han vuelto recelosos de su presencia. Los jugadores con demasiada suerte no son bien recibidos, sobretodo en los pequeños locales, sobretodo si habitualmente se largan con una parte importante de la caja, desafiando todas las leyes de la probabilidad. Cada ruleta tiene su propio fallo, un defecto de fabricación, quizás la pata derecha está un poco más elevada, o la casilla del quince provoca más rozamiento en la bola. Observando durante mucho tiempo la mesa algunos jugadores lograban obtener una secuencia de probabilidades, establecer un sistema de apuestas seguro. Era permisible. Pero nuestro hombre es demasiado bueno. En pocas semanas, desde que se le vio por primera vez en las mesas de juego, había hecho saltar la banca de la mayoría de casinos de la zona norte y si de algo estaban seguros los propietarios era de que nadie podía tener tanta suerte, nadie podía desarrollar un sistema en tan poco tiempo.
Detenido en el umbral de su apartamento nuestro hombre observa como el coche anónimo se detiene a pocos metros de distancia. Nuestro hombre no es un tramposo pero tampoco un tipo con suerte, a nuestro hombre le gusta retar a la suerte, regodearse en la probabilidad, le gusta observar al crupier pensando "pobre estúpido" mientras apuesta todo su dinero al número ganador de la última ruleta de la noche, le gusta perderse en la mirada de su adversario de blackjack mientras le vence con un imposible veintiuno, la tensión del silencio, saber que sus rivales se sienten ganados por la mano, humillados por el imposible de la jugada que tienen ante sus ojos. Nunca ha sabido explicar como funciona su don, desde que era pequeño simplemente ve algunas de las cosas que van a suceder, sueña el futuro aunque a él le gusta pensar que lo materializa, que lo imagina y lo hace realidad. Al menos hasta hoy, porque esta noche el sueño no terminaba entre fichas de colores y gritos de asombro, esta vez había algo más después del número ganador de la última ruleta. Nuestro hombre sabe que morirá esta noche, no sabe cómo ni dónde sucederá, sólo sabe que será inevitable, como todas las visiones que ha tenido desde niño, y mientras sube por las escaleras de su casa piensa que no le gustaría morir a manos de un estúpido, ¿un detective? ¿Un jugador? ¿Un aficionado? "Vencer por la mano" piensa, y palpa en su bolsillo el revólver que le permitirá ganar la partida; entonces sonríe.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, realmente dan ganas de darle un golpecito al ala del sombrero, sonreir con el cigarrillo entre los dientes y servirse otro vaso.
Un abrazo.

The Wanderer dijo...

Es un buen texto, me gusta la atmosfera; casi puedo escuchar el motor aún andando del vehiculo orillado a escasos metros...
Gracias por el viaje!

Anónimo dijo...

vaya! te encontré! un abrazo, Rebeca

Anónimo dijo...

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