Some of this days (Song by Sophie Tucker)
Texto perteneciente a la antología "Songs For Distingué Lovers"
- ¿Te acuerdas del precio que tenían los besos entonces? - pregunta Dora.
- Claro - respondo. - Son más baratos con el paso de los años ¿es eso lo que quieres decir?
No responde. Un altavoz anuncia la salida del tren, miro el reloj, faltan apenas un par de minutos. Dora sonríe. Se acerca a mi y me rodea con sus brazos.
Cierro los ojos.
En la oscuridad vuelvo al 6 de Abril de mil novecientos noventa y cinco. Tenemos dieciséis años. Dora, sentada a mi lado sobre un muro de hormigón mantiene la mirada perdida en algún punto del futuro. Yo le hablo de un país al que me gustaría viajar. Ella me cuenta que cada canción contiene una historia no escrita después se quita los auriculares de su walkman y acercándose lentamente los pone en mis oídos.
Nos besamos.
Dura tan sólo un instante, no tengo tiempo de darme cuenta de lo que está ocurriendo. De golpe me aparta, se incorpora y de un salto desciende del muro para alejarse corriendo calle abajo. Estoy paralizado. Me quedo allí sentado observando como su silueta se pierde y reaparece entre la gente y los coches aparcados en las aceras. Dora se va volviendo cada vez más pequeña, hasta desaparecer. Busco a mi alrededor, sintiendo que alguien puede habernos estado espiando, no veo a nadie pero encuentro esa voz cálida y lejana en mi cabeza, su música sonando por primera vez.
- ¿Cuéntame algo más sobre tus sueños?
Dora está de espaldas al mar. Me mira desafiante. Es una mañana fría de Enero. No recuerdo porque he tenido que volver a la ciudad. Pero estoy allí, con ella, paseando junto a la playa. Ha pasado el tiempo. Ella ha cambiado, quizás yo también.
- ¿Es eso lo que te pasa, no? - insiste. - Sueñas conmigo.
- Muchas veces, - contesto. - Sí. Apareces allí. Pero cada vez es una historia distinta. Verás... he traído algo.
Le alargo el cuaderno que llevo entre las manos. Es una libreta verde desgastada que contiene listas interminables con las cosas que debo hacer y utilizo también como libro de sueños. Cada uno de sus sueños está anotado en ella. Dora me mira sin comprender. No alarga la mano y aguardo sosteniendo el cuaderno con todas mis fuerzas, noto como si volviera cada vez más pesado, me fallan las fuerzas y siento que voy a perder el conocimiento.
Oscuridad. Silencio.
Me despierta el ruido del mar pero no estoy en la playa. Una habitación que no reconozco, parece un hotel. Miro el despertador, son las seis de la mañana, está a punto de amanecer. Trato de recordar pero no lo consigo y por un segundo podría jurar que alguien canta en el cuarto de al lado. Su canción llega tenuemente a través de la pared, aún así la reconozco.
El mes pasado. En aquel aeropuerto, volviendo de un viaje de negocios supongo. Mi avión se había cancelado y tuve que quedarme a pasar la noche en uno de los bancos de la sala de espera. No me di cuenta de la mujer que se había sentado justo detrás de mi, espalda con espalda, hasta que me levanté para ir a buscar un café. Aquella melena oscura como la noche recogida en espiral, ese gesto lento y seguro que Dora emplea para jugar con su pelo. Dude en llamar su atención pero al final me decidí. Acerque mi mano lentamente pero cuando estaba a punto de tocarla otra mano sobre mi hombro me sacó de mi ensueño. Me había quedado dormido leyendo, una azafata me indicaba que había llegado el momento de embarcar. Asentí con la cabeza y al volver la vista atrás no había nadie sentado a mi espalda. En el avión reanude mi lectura, releí algunas páginas buscando la línea en la que me había quedado. Y allí estaba, escondida entre las palabras de Sartre, su música.
Los recuerdos se han ido. Me doy cuenta de que ya no siento los labios de Dora. Ha terminado. Abro los ojos y me encuentro su sonrisa burlona.
- ...en proporción directa a su peso – añade. Después me guiña un ojo y sin despedirse desaparece escaleras abajo camino del andén de la estación. La pierdo de vista entre los viajeros. No se vuelve para mirarme. Se que no lo hará pero aún así espero. Me asalta la sensación de estar llegando tarde a algún lugar. Miro el reloj. Han pasado veinte años. El 6 de Abril de 1995 Dora, sentada a mi lado sobre un muro de hormigón me besó por primera vez. Nunca más volvió a hacerlo. Alguien con demasiada prisa me empuja al pasar a mi lado y estoy a punto de caer rodando por las escaleras. Se lo que ocurrirá ahora. Me despertaré. Su música estará esperándome.
- Claro - respondo. - Son más baratos con el paso de los años ¿es eso lo que quieres decir?
No responde. Un altavoz anuncia la salida del tren, miro el reloj, faltan apenas un par de minutos. Dora sonríe. Se acerca a mi y me rodea con sus brazos.
Cierro los ojos.
En la oscuridad vuelvo al 6 de Abril de mil novecientos noventa y cinco. Tenemos dieciséis años. Dora, sentada a mi lado sobre un muro de hormigón mantiene la mirada perdida en algún punto del futuro. Yo le hablo de un país al que me gustaría viajar. Ella me cuenta que cada canción contiene una historia no escrita después se quita los auriculares de su walkman y acercándose lentamente los pone en mis oídos.
Nos besamos.
Dura tan sólo un instante, no tengo tiempo de darme cuenta de lo que está ocurriendo. De golpe me aparta, se incorpora y de un salto desciende del muro para alejarse corriendo calle abajo. Estoy paralizado. Me quedo allí sentado observando como su silueta se pierde y reaparece entre la gente y los coches aparcados en las aceras. Dora se va volviendo cada vez más pequeña, hasta desaparecer. Busco a mi alrededor, sintiendo que alguien puede habernos estado espiando, no veo a nadie pero encuentro esa voz cálida y lejana en mi cabeza, su música sonando por primera vez.
Some of this days
You're gonna miss me honey
You're gonna miss me honey
- ¿Cuéntame algo más sobre tus sueños?
Dora está de espaldas al mar. Me mira desafiante. Es una mañana fría de Enero. No recuerdo porque he tenido que volver a la ciudad. Pero estoy allí, con ella, paseando junto a la playa. Ha pasado el tiempo. Ella ha cambiado, quizás yo también.
- ¿Es eso lo que te pasa, no? - insiste. - Sueñas conmigo.
- Muchas veces, - contesto. - Sí. Apareces allí. Pero cada vez es una historia distinta. Verás... he traído algo.
Le alargo el cuaderno que llevo entre las manos. Es una libreta verde desgastada que contiene listas interminables con las cosas que debo hacer y utilizo también como libro de sueños. Cada uno de sus sueños está anotado en ella. Dora me mira sin comprender. No alarga la mano y aguardo sosteniendo el cuaderno con todas mis fuerzas, noto como si volviera cada vez más pesado, me fallan las fuerzas y siento que voy a perder el conocimiento.
Oscuridad. Silencio.
Me despierta el ruido del mar pero no estoy en la playa. Una habitación que no reconozco, parece un hotel. Miro el despertador, son las seis de la mañana, está a punto de amanecer. Trato de recordar pero no lo consigo y por un segundo podría jurar que alguien canta en el cuarto de al lado. Su canción llega tenuemente a través de la pared, aún así la reconozco.
Some of this days
You're gonna miss me honey
You're gonna miss me honey
El mes pasado. En aquel aeropuerto, volviendo de un viaje de negocios supongo. Mi avión se había cancelado y tuve que quedarme a pasar la noche en uno de los bancos de la sala de espera. No me di cuenta de la mujer que se había sentado justo detrás de mi, espalda con espalda, hasta que me levanté para ir a buscar un café. Aquella melena oscura como la noche recogida en espiral, ese gesto lento y seguro que Dora emplea para jugar con su pelo. Dude en llamar su atención pero al final me decidí. Acerque mi mano lentamente pero cuando estaba a punto de tocarla otra mano sobre mi hombro me sacó de mi ensueño. Me había quedado dormido leyendo, una azafata me indicaba que había llegado el momento de embarcar. Asentí con la cabeza y al volver la vista atrás no había nadie sentado a mi espalda. En el avión reanude mi lectura, releí algunas páginas buscando la línea en la que me había quedado. Y allí estaba, escondida entre las palabras de Sartre, su música.
Some of this days
You're gonna miss me honey
You're gonna miss me honey
Los recuerdos se han ido. Me doy cuenta de que ya no siento los labios de Dora. Ha terminado. Abro los ojos y me encuentro su sonrisa burlona.
- ...en proporción directa a su peso – añade. Después me guiña un ojo y sin despedirse desaparece escaleras abajo camino del andén de la estación. La pierdo de vista entre los viajeros. No se vuelve para mirarme. Se que no lo hará pero aún así espero. Me asalta la sensación de estar llegando tarde a algún lugar. Miro el reloj. Han pasado veinte años. El 6 de Abril de 1995 Dora, sentada a mi lado sobre un muro de hormigón me besó por primera vez. Nunca más volvió a hacerlo. Alguien con demasiada prisa me empuja al pasar a mi lado y estoy a punto de caer rodando por las escaleras. Se lo que ocurrirá ahora. Me despertaré. Su música estará esperándome.
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