El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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martes, 24 de junio de 2008

Cajas

D. me ha pedido que le ayude a trasladar unas cajas de libros que guarda desde hace tiempo en casa de un amigo. D. vive en una habitación muy pequeña y por eso su biblioteca está repartida por toda la ciudad. Mi casa tiene el privilegio de ser la sede de su fondo de literatura rusa pero hoy toca rescatar autores franceses. Nos encontramos en la dirección acordada. D. señala una ventana en la que ondea una cortina azul. Es allí - informa. Subimos hasta un tercer piso sin ascensor, las escaleras son estrechas y recuerdan a las de un faro. Por un momento me arrepiento de haber prometido ayudarle, nos va a costar trabajo bajar las cajas por un espacio tan estrecho. El piso del amigo de D. es agradable, luminoso, organizado en torno a un amplio pasillo. Avanzamos hasta la habitación del fondo. El cuarto está patas arriba, hay montones de cajas por todas partes, un colchón apoyado contra la pared, una pizarra y varias sillas con reposabrazo apiladas en un rincón. Los libros esperan en una esquina. No son muchos, entre los dos haremos sólo un viaje. El amigo de D. es simpático. Me explica que este cuarto es donde hasta ahora daba clases particulares pero lo está reformando. Ahora mismo estaba cambiando las cortinas. Le pregunto porqué. Me cuenta que su novia está embarazada y a partir de ahora esta va a ser la habitación del bebé. Cogemos las cajas de libros y salimos a la calle después de superar el obstáculo de las escaleras. No ha sido tan difícil.
- Es una pena, - comenta D.
- ¿El qué? - le miro extrañado.
- Lo del niño. Ese era el cuarto donde llevaba a mi chica los fines de semana. Nos quedamos callados mirando hacia la ventana. Una mano retira la cortina azul y al cabo de unos instantes una tela estampada con motivos infantiles ondea en su lugar. D. se encoge de hombros.
- Bueno ¿qué hacemos con las cajas? - pregunta.
- Si no lo sabes tú. En mi casa no caben más, ya sabes lo pequeña que es. ¿Y en casa de tu Ex?
- Va ser peor. Igual tenemos que llevarnos las que guardo allí... Espera, voy a intentar otra cosa. D. saca su teléfono móvil y se aleja unos pasos mientras habla con alguien. Busco de nuevo la cortina con la mirada pero la ventana está cerrada y no se distingue el interior. D. me hace una señal de aprobación con la mano. Sonríe. Debe haber encontrado un nuevo escondite para su biblioteca.

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