El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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lunes, 4 de agosto de 2008

Demasiado "real"

Para Iván.

C. es extranjera. Una chica del norte con la piel pálida y el cabello rubio. Ahora mismo no recuerdo exactamente de que país viene. Me lo dijo el primer día que hable con ella pero lo he olvidado. Llegó hace menos de un mes a Barcelona para trabajar en nuestro departamento durante el verano. Siempre está preguntando por cosas "típicas", "étnicas", que hacer en la ciudad. Cuando va a alguna fiesta o a algún acto público me lo cuenta con todo detalle para saber si es "real". Yo me encojo de hombros y le respondo que sí, aunque en mi vida he ido a ninguno de esos sitios a los que ella quiere ir. Y lo peor es que encima soy yo el que se los recomienda a veces. Es curioso como uno siempre tiene ideas de lo que debería hacer para ser oriundo pero nunca hace.
Ayer me quede un poco preocupado cuando le hable del festival de flamenco. No es el mejor barrio de la ciudad que digamos pero como sé que le interesa y se queja de las pachangas de discoteca a las que ha ido hasta ahora pensé que le haría ilusión. Hoy está rara. Ha llegado a trabajar y se ha ido directa a su mesa sin decir nada. Diría que incluso está enfadada. Pero es una chica del norte y nunca he sabido discernir los estados de ánimo teutones. Me acerco y le pregunto qué tal la noche. Me mira como dudando si contestar.
- Estupenda, - responde algo indignada. - Fui en bicicleta hasta la otra punta de la ciudad. Tres horas. A los cinco minutos, en medio de la fiesta, comenzó una pelea enorme y tuve que saltar por un muro. - dice sin inmutarse y enseñandome la venda que lleva bajo su camiseta alrededor del estómago. - Además me han robado la bici. Aunque da igual porque con este golpe no podré montar en un mes.
Me siento fatal. No pensé que fuera a ir sola. Le explico que no es el mejor barrio de la ciudad pero que nunca habían pasado este tipo de cosas en el festival (creo) Me mira de nuevo, un poco más dulce. Como asustada.
- No importa,- dice C. - Es sólo que ha sido demasiado... real. - se calla y vuelve a su ordenador.
Me alejo pensativo. Tiene razón. A quién se le ocurre sacarla del centro. Me he pasado. Tendré que tenerlo en cuenta la próxima vez que me pida consejo. Si es que vuelve a hacerlo. Tal vez deba invitarla a comer paella y sangría en las Ramblas. Emborracharla y comprarle uno de esos gorros de mejicano que llevan los turistas. Sí, la próxima vez será lo mejor. Para compensar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Juas! no sé! me recuerda algo...
pero cuanta razón tienes!
Esa obsesión por buscar algo auténtico que siempre está en peligro o es que es peligrosa!? ¿Por eso acaba creandose una cutre realidad?

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