El cementerio de las buenas intenciones.
http://elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com

Autor: Pelayo Méndez.
mf.pelayo@gmail.com

Texto publicado bajo licencia Creative Commons No comercial-Sin obras derivadas 2.5
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/



jueves, 7 de agosto de 2008

Insectos

La he visto pasar. Hace un segundo. Una mancha negra en el rabillo del ojo. Me mantengo lo más quieto posible y con suavidad cierro el grifo de la cocina en donde estaba fregando los platos. Silencio. Sé que está ahí. Quieto. Esperando algún movimiento, pero no me atrevo a volverme todavía. Debe ser enorme. Me agacho despacio y agarro el primer bote que palpo en el armario de los productos de limpieza, bajo el fregadero. Levanto suavemente el bote, sin hacer gestos bruscos, leo la etiqueta. Fantástico; Limpia cristales. Destapo el envase y me vuelvo rápidamente hacia el insecto. Sigue allí. Inmóvil en mitad del suelo de la cocina. Parece una cucaracha pero tiene una forma extraña. Me acercó lentamente, mirándole de reojo y sin previo aviso comienzo a rociarlo de producto perfumado. El bicho sale corriendo, lo persigo disparando el limpiacristales a discreción por toda la habitación ¡No puede ser! no le hace nada, avanza cada vez más rápido, sin inmjutarse, hasta encontrar refugio detrás de la nevera. Disparo sin sentido durante uno segundos con el limpiacristales hasta que el frigorífico queda totalmente empapado. Entonces me contengo. He de tranquilizarme. Me siento en el sofá junto a la nevera. Disimulo, para que el insecto no sepa que estoy esperándole. Ya saldrás. Enciendo el televisor. Al cabo de unos minutos de publicidad me he olvidado ya de la cucaracha o lo que sea; Yogures de colores con nombres de fruta que saben de verdad, coches familiares que tratan de no parecerlo, televisores planos que ocupan menos espacio físico... está bien... a muy buen precio por cierto... hasta que un anuncio de insecticidas me devuelve a la realidad. Me giro hacia la nevera y lo encuentro en la pared, justo a la altura de mi hombro, moviendo sus antenas. Empuño el bote de limpiacristales como un bate y trato de aplastarlo con un golpe seco pero consigue escapar. Sólo consigo un boquete en la pared y que la estantería que cuelga en ella comience a temblar. No te caigas, no te caigas. Pero acaba por ceder y cae al suelo esparciendo una marea de libros sobre el sofá. Mientras aparto los libros el bicho no pierde el tiempo, extiende unas alas y de un salto vuelve a posarse en el centro de la cocina. ¡Dios, puede volar! En un intento desesperado le arrojo el bote de limpiacristales que cae como a un metro de distancia del insecto y se rompe derramando un líquido azul cielo por el suelo. No ha sido buena idea de acuerdo pero la menos no ha sido en vano al menos, parece que el insecto se ha desconcertado. El bicho se vuelve sobre sus patas y espera, fingiendo estar muerto. Sin pensarlo dos veces agarro el primer libro que tengo a mano y se lo lanzo. He fallado. Vuelve a espabilarse. Cojo otro más gordo. Un ejemplar del Quijote que aunque tampoco logra su objetivo le corta la retirada hacia el pasillo. Agarro un tercer libro y acercándome un poco más lo arrojo sobre el insecto con todas mis fuerzas. Suena un chasquido. He acertado pero el libro rebota y va a parar dentro del charco de limpiacristales. Lo he conseguido. Me acerco al cadáver del insecto. Está muerto aunque sus patas aún se agitan remolonas. Es monstruoso. Recojo el libro del charco y lo vuelvo para ver el título. Una edición desgastada de "La montaña mágica" que ha quedado inservible. Contemplo los restos del cuerpo del insecto sobre el nombre del autor alemán. Me siento como si acabara de cometer un doble crimen. Estoy temblando, pero miro a mi enemigo, muerto en el suelo y me siento un poco mejor. Paseo la vista por la habitación. Es un caos y de pronto lo noto, junto a la nevera. Un ruido muy sutíl que crece. Otro insecto sale de debajo de ella, recubierto de liquido azul brillante. Pasa tranquilamente frente a mi, se detiene un momento, podría jurar que me mira triunfante, después se dirige con calma hacia el pasillo. Vuelvo a mirar el libro que tengo entre las manos. En fin, de todas formas es una lectura imposible para un hipocondríaco. Lo empuño con fuerza - perdoname Samsa - salgo al pasillo.

2 comentarios:

Guillermo N. A. dijo...

divertido... y temible...

Saludos...

Anónimo dijo...

Excelente es como esos dibujos de plastilina americanos que luchan a muerte.
Hans Castorp vs Gregorio.

Juas!

:: PALABRAS RECIENTES.