El cementerio de las buenas intenciones.
http://elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com

Autor: Pelayo Méndez.
mf.pelayo@gmail.com

Texto publicado bajo licencia Creative Commons No comercial-Sin obras derivadas 2.5
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/



miércoles, 18 de julio de 2007

Cosas que no pasan II

- ¿Y era ciego?
- Te lo he dicho antes. - J. suspira ostensiblemente, fingiendo estar cansada de explicarlo. Piensa la respuesta un buen rato antes de continuar. - Verás... me contó que veía algunas formas pero que no distinguía los colores. Por eso yo tenía que ayudarle a elegir algo de ropa. El problema es que...
- Sólo vendéis ropa de mujer.
- ¡Claro! Pero él ya lo sabía. Y allí está de pie en el probador, con aquella camiseta rosa y la falda hasta los pies y me pregunta si le queda bien.

J. tiene buen carácter pero cuando no entiende algo se atasca. La gente del norte piensa mucho las cosas. Supongo que por el clima aunque quizás sea otro el motivo. En verano todo tiende a parecer culpa del clima.
Hace bastante calor, llevamos horas junto a la fuente de una diminuta plaza rodeada de edificios gastados. Una pareja de niños juega a salpicarse en ella cerca de donde estamos sentados. Su abuela pasea a su alrededor y se acerca de vez en cuando para regañarlos, los niños guardan silencio y la escuchan con atención, cuando vuelve la espalda continúan con su juego.

- ¿Compró algo al final?
- No, no le convenció nada. No sabía que decirle. Creo que a él le daba un poco de vergüenza la situación... ¿Tú qué hubieras hecho? - pregunta J. de golpe.

La observo con calma. Me gusta la cara de atención que pone cuando pregunta algo. Como si estuviera esperando la certeza más necesaria del mundo. Hoy tiene algo diferente. Me pregunto si se ha cortado el pelo, pero no alcanzo a estar seguro de qué es.

- Ni idea – respondo. - Supongo que intentar venderle lo que fuera. No sé.
- Ya... - J. Frunce el ceño y mira hacia los niños que han empezado a perseguirse por la plaza. La anciana trata de contenerlos sin éxito.

- Hay una buena historia ¿la escribirás? - pregunta J.
- Si me la prestas.
- Ya veremos... Tengo sueño – murmura. - ¿Te vienes conmigo a casa o te quedas aquí?

No sé donde estoy. Son las once de la mañana de un domingo, aún no hemos dormido. No puedo pensar con claridad. Sonrío. Vuelvo la mirada hacía la plaza y la poso en la anciana que cuida de los niños. Noto como si me observara con reproche. Miro a J., ha vuelto a poner esa cara. Me levanto y con un gesto rápido la salpico con el agua de la fuente. Echo a andar mientras la escucho reír a mi espalda. A medida que avanzo su risa se va apagando, cuando alcanzo el final de la plaza ya no la oigo. Me detengo en la entrada de un callejón. No me atrevo a volverme para ver si sigue allí.

No hay comentarios:

:: PALABRAS RECIENTES.