Volverás

y podría volver y podría decir que
las cosas van bien allá por Norteña
y omitir que allí una extraña mujer me enseñó
que no hay bien que por mal no venga

Nacho Vegas. "Montenegra"

Norteña te recibirá con su lluvia que moja pero no empapa. Todavía. Caminando junto al mar reconocerás la sal que flota en el aire y a cada paso sentirás como te mimetizas poco a poco con los edificios y las aceras que desde hace años amenazan con disolverse. La lluvia no cesará pero no busques cobijo en sus bares, no falta mucho, pronto serás sólo agua. Antes debes aprender de nuevo a reconocer la tristeza y el cansancio en los rostros que encuentres a tu paso, para entonces Ella se habrá instalado ya en tu corazón y el viento te traerá recuerdos de las horas felices compartidas en sus calles. Caminarás aquella ciudad sabiéndote más lejos que nunca y al mismo tiempo más cerca, notando que aún no has llegado del todo, que el viaje no ha terminado. Entre las calles del viejo barrio de pescadores evocarás probablemente estas palabras escritas en la distancia. Y tal vez quieras contárselas a quien te encuentres pero no podrás y si lo intentas sonarán contra el suelo sin sentido. Al atardecer las gaviotas te guiarán hasta el puerto y en la arena de la playa decubrirás una mujer solitaria contemplando el horizonte, esperando a que suba la marea y las olas alcanzen por fin sus pies desnudos. Sonarán al fondo las campanas de la iglesia de San Pedro. Doce veces. Es la hora. El sol quizás se asome tímidamente entre las nubes, tal vez no, para entonces tú ya serás agua. Sonreirás gris al cielo. Estarás en casa.