El cementerio de las buenas intenciones.
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Autor: Pelayo Méndez.
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lunes, 31 de marzo de 2008

Jaque mate

Para M.

El local está vacío salvo por una pareja de ancianos que juegan una partida de ajedrez en una de las mesas. M. les ha pedido permiso para sentarnos cerca de ellos porque le interesa seguir el juego. No entiendo mucho de ajedrez y M. trata de explicarme la situación del juego. Al principio escucho con escepticismo, la verdad es que lo encuentro un juego más bien aburrido. Me cuesta fiarme de los tableros en los que no influye el azar. M. me explica que en este caso no es exactamente así. Al parecer juegan a una variante, el ajedrez aleatorio de Fischer. donde las piezas se emplazan mediante tiradas de dado, de esta forma hay casi mil posibilidades distintas de juego.
- El ajedrez te ayuda a pensar sobre las cosas, - comenta M. - Yo lo encuentro muy interesante. Por ejemplo, fíjate en la reina.
- ¿Qué quieres decir?
- Bueno, es la mujer del rey ¿no?
- Si, - digo sin mucha convicción. - Supongo que estarán casados ¿No pone nada en las reglas?
- No te rías, - reprocha M. - me refiero a que podríamos decir que de alguna forma representa a la mujer, es la única pieza del tablero que puedes mover en todas direcciones y todas las casillas que quieras, es la pieza más poderosa.
- Y...
- Mira en cambio el rey. También puede mover en todas direcciones ¿no? pero en cambio sólo una casilla en cada turno. Está... no sé, más limitado en ese sentido. Como si fuera más lento, puede decirse que El necesita más tiempo para llegar al mismo sitio que Ella.
No acabo de comprender a donde quiere llegar. Miro de nuevo hacía la mesa donde los dos ancianos juegan su partida. Uno de ellos fuma en pipa mientras aguarda el movimiento de su adversario. Desde el último movimiento mantiene una sonrisa burlona mientras espera que el otro haga una jugada. Parece seguro de haber acorralado a su oponente. Unos minutos más tarde el hombre de la pipa acaba por perder su reina. No parece importarle.
- Sin embargo... - digo a M. - Si la reina se muere no ocurre nada, quiero decir que el juego continúa.
M. me devuelve una mirada encendida y la dirige luego hacia el tablero. Los jugadores intercambian un par de movimientos rápidos y el rostro del hombre de la pipa cambia por completo. "Jaque mate" anuncia su compañero.
- Es cierto, - me responde M. - el juego no termina. Pero sin ella el Rey, la mayoría de las veces, está perdido. ¿Nos vamos?
Sin aguardar respuesta M. se levanta y va hacia la puerta después de dar las gracias a los ajedrecistas. La observo mientras sale del local sin volverse. Sólo cuando desaparece escaleras abajo me doy cuanta de que aún no me he puesto en marcha físicamente, entonces me levanto y voy tras ella.

1 comentario:

Guillermo N. A. dijo...

-
En una ocasión... "chateaba" yo con un aficionado al ajedrez...
Él me preguntó si sabía jugar... le contesté que sólo conocía la forma en que se pueden mover las piezas, y que sabía que eso no implicaba, de ninguna menera, que supiera jugar...
Casi sentí cierta sonrisa de complacencia de su parte cuando me daba la razón e iniciaba una "benigna" explicación del juego... en cuanto pude le escribí que "veía similitud entre la milicia, los jugadores de futbol americano (supongo que sucederá un equivalente con los jugadores de rugby en Europa) y los jugadores de ajedrez...)
- Pues sí, más o menos. Se requiere de mucha estrategia en todos ellos...
- Yo más bien me refería a la arrogancia, justificada o no, que generalmente desarrollan los integrantes de estos gremios..."

Saludos...

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